Reforma Política de 1977 (LOPPE)

La reforma política de 1977, perfilada desde las postrimerías del sexenio anterior y concretada el primer año del gobierno encabezado por el presidente José López Portillo, marca un punto axial en la evolución de la democracia mexicana, el tránsito de un sistema de partido hegemónico y prácticamente único, el PRI confundido y en ocasiones fundido con el gobierno, a un sistema plural y abierto de partidos políticos, y con el tiempo también un sistema competitivo y equitativo, hasta desembocar en la alternancia en el Poder Legislativo, en 1997, y en la alternancia en el Poder Ejecutivo, en el emblemático año 2000.

A esta reforma histórica sucederían varias más, todas con el mismo espíritu: abrir el sistema político, dar mayor acceso a las distintas expresiones ideológicas, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República, tendencia que se reproduciría gradualmente en las 32 entidades del pacto federal, y en la propia composición de los gobiernos municipales.

Todavía en las elecciones federales de 1976 se dio el fenómeno de una elección presidencial con un solo candidato, con una elección protocolaria que sólo daría validez legal, y legitimidad formal, a una decisión unilateral ya previamente tomada. El Partido Acción Nacional, único partido realmente opositor al PRI en ese entonces, no postuló candidato por las fuertes disputas internas, y Valentín Campa, mítico líder sindical y destacado militante del Partido Comunista Mexicano, fue postulado como aspirante sin registro, obteniendo casi un millón de votos que, en ese marco legal, debieron ser anulados.

La respuesta a esta crisis de legitimidad fue impulsar la reforma política, cuya necesidad imperiosa ya se había concebido el sexenio anterior. De esta manera, a instrucción del ya presidente constitucional José López Portillo el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, encabezó los trabajos que culminarían, en 1977, en la primera reforma política, la que reformó la Constitución Política y creó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, LOPPE. Aunque más que un pacto político, un acto de sensibilidad del Estado mexicano para canalizar las distintas expresiones políticas, la reforma político electoral fue un paso determinante para avanzar hacia el país plural que hoy es México.

La reforma a la legislación nacional introdujo las siguientes innovaciones en el sistema electoral mexicano:

· Fue reformado el artículo 41 constitucional, para crear la figura de los partidos políticos como "entidades de interés público", a quienes se otorgaron tres prerrogativas fundamentales: el derecho al uso permanente de los medios de comunicación; el derecho a contar, en forma equitativa, con un mínimo de elementos para llevar a cabo sus actividades, y el derecho a participar en las elecciones estatales y municipales.

• Se asignaron atribuciones a la Comisión Federal Electoral (CFE), máximo organismo electoral colegiado, que antes eran competencia directa de la Secretaría de Gobernación, tales como el otorgamiento o la cancelación del registro legal de los partidos.

• Se mantuvo la representación paritaria de los partidos en la CFE (introducida en la ley de 1973), las comisiones locales y los comités distritales, en virtud de la cual a cada partido correspondía un comisionado con voz y voto.

Se introdujo la figura del "registro condicionado", que permitió la obtención del registro legal a los partidos que acreditaran al menos cuatro años de actividad política y demostraran representar una corriente política definida. Este registro se transformaba en definitivo si el partido lograba al menos el 1.5% de los votos. Por esta vía obtuvieron su registro, en 1979, el Partido Comunista Mexicano (PCM), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Partido Demócrata Mexicano (PDM).

• Se dedicó todo un capítulo de la nueva legislación electoral para hacer explícitas las prerrogativas de los partidos políticos, integrando las que ya existían desde la reforma de 1963 (la exención del pago de cuatro impuestos) y la de 1973 (franquicias postales y telegráficas y acceso a radio y televisión durante los periodos de campaña electoral), creando otras dos nuevas: contar con los medios adecuados para sus tareas editoriales (papel, impresión, medios para sostener sus cuerpos de redactores, etc.), y contar en forma equitativa, durante los procesos electorales federales, con un mínimo de elementos materiales para sus actividades (folletos, carteles, etc.).

• Se convierte en permanente el acceso a radio y televisión y no solamente durante los procesos electorales.

• Respecto al desarrollo del proceso electoral, hay modificaciones sustanciales como la relativa a los tiempos de entrega de los paquetes electorales de las casillas a los comités distritales. La ley de 1973 daba una semana completa de margen para dicha entrega, lo cual facilitaba la manipulación de los resultados. La Ley de 1977 disminuyó los tiempos hasta un máximo de 72 horas para las zonas rurales y un mínimo de 24 para casillas urbanas en cabecera de distrito. Además, tipificó la violación sin causa justificada de dichos tiempos como una causal de nulidad de la votación recibida en la casilla.

Se modificó la integración de la Cámara de Diputados con la finalidad de dar mayor representación a los llamados partidos minoritarios, estableciéndose un sistema mixto que combinó el principio de representación de mayoría relativa con el de representación proporcional (hasta 100 diputados electos en circunscripciones plurinominales). Este último criterio estaba reservado exclusivamente para los partidos de oposición, pues el requisito para participar de tal asignación era haber obtenido menos de sesenta triunfos de mayoría.

• Se mantuvo el sistema de auto calificación, por el que las Cámaras de Diputados y de Senadores conocían de su propia elección y resolvían las impugnaciones. La elección presidencial seguía siendo calificada por la Cámara de Diputados, erigida en Colegio Electoral, predominando el criterio político sobre el jurisdiccional.

Un año después, en 1980, se promovió una ley de amnistía para exonerar a los militantes de grupos señalados como subversivos, tanto urbanos como rurales, tales como la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Partido de los Pobres y el Movimiento de Acción Revolucionaria, torturados y presos en el marco de la llamada guerra sucia de los años setenta; se trataba de una demanda sentida de la izquierda, asumida con la reforma también por el gobierno, para crear condiciones de civilidad en la lucha política.

En 1979, al celebrarse las elecciones intermedias para renovar la Cámara Baja, se vieron reflejados los resultados de la reforma. El Partido Revolucionario Institucional recibió el 69.84% de los votos (le correspondieron 296 diputados) y perdió, ante el Partido Acción Nacional, cuatro diputaciones de mayoría relativa. Este último obtuvo 10.79% de los sufragios, lo que se tradujo en 42 diputados plurinominales, siguiéndole el Partido Comunista Mexicano con 4.97% (18 diputados); el Partido Popular Socialista con 2.59% (12 diputados); el Partido Socialista de los Trabajadores con 2.12% (12 diputados); el Partido Demócrata Mexicano con 2.05% (10 diputados); y, por último, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana con 1.81% (10 diputados).

Así, en septiembre del mismo año se instaló la LI Legislatura del Congreso de la Unión, la cual aunque en términos reales no contaba con la cantidad suficiente de representantes de la oposición para poder hablar todavía de un equilibrio de poderes, fue histórica al representar a un abanico de expresiones ideológicas del nuevo México, plural y diverso.

El hecho más relevante es que con la LOPPE se otorgaba el registro legal a más de una organización que permanecía en la clandestinidad, como el Partido Comunista Mexicano (PCM), quien tuvo como primer dirigente nacional, ya como partido político con registro legal, a Arnoldo Martínez Verdugo. Además de este líder histórico destacaban por supuesto Valentín Campa, Gilberto Rincón Gallardo, Enrique Semo, Pablo Gómez, Jorge Alcocer y Manuel Terrazas, entre otros.

El PCM después se transformó, amalgamado con varias organizaciones de izquierda, en el Partido Socialista Unificado de México, PSUM; más tarde, este partido al fusionarse con el Partido Mexicano de los Trabajadores, PMT, se convirtió en Partido Mexicano Socialista, PMS; y finalmente, fusionado con la Corriente Democrática del PRI, una facción del Partido Socialista de los Trabajadores, PST, y otras pequeñas organizaciones de izquierda, se transformó en el Partido de la Revolución Democrática, PRD, hoy partido gobernante en cinco entidades federativas, incluido el Distrito Federal, capital del país ganada ya por la izquierda en cuatro periodos consecutivos; partido gobernante también en cientos de municipios.

Lo cierto es que la izquierda se ha ido consolidando de manera paulatina a nivel nacional y hoy es una opción real de gobierno y no una oposición sistemática al poder, una alternativa de cambio democrático para millones de mexicanos bajo el liderazgo de figuras como Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador.

Pero retomando el recuento histórico, junto con el PCM también alcanzó el registro legal con la reforma electoral de 1977 otra importante organización de izquierda, el Partido Socialista de los Trabajadores, que decíamos igualmente desembocó en el PRD; en el PST militaban figuras como Rafael Aguilar Talamantes, quien sería su dirigente nacional; Jesús Ortega, más tarde presidente del PRD; Carlos Navarrete, después coordinador perredista en el Senado y hoy aspirante a la dirigencia nacional del PRD; Graco Ramírez, hoy Gobernador de Morelos, postulado por el PRD, Pedro Etienne, Miguel Alonso Raya, Miguel Álvarez, Rafael Fernández Tomás, entre otros personajes.

La izquierda, antes pulverizada y marginal, se fue unificando paulatinamente hasta constituirse en una opción real de poder, a partir de 1988. Hoy con sus dos brazos políticos, Partido de la Revolución Democrática (PRD), provisto de los cuadros forjados en años, y el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) encabezado por Andrés Manuel López Obrador, la izquierda es un referente indispensable de la vida política de México. Todo en el marco constitucional. La vía insurreccional de lucha, invocada todavía a mediados de la década de los setenta, ya no figura en la plataforma ideológica de estas agrupaciones políticas ni en el vocabulario de sus dirigentes nacionales.

Por parte de la derecha, decíamos, alcanzaba el registro, con base en la misma reforma electoral de 1977 favorable al pluralismo, el Partido Demócrata Mexicano (PDM) de origen sinarquista, con fuerte presencia en los estados del Bajío y del Occidente de México, los estados de Jalisco, Aguascalientes, Querétaro, Guanajuato y Michoacán. De esta manera, en este ángulo ideológico el PAN ya no era el único partido político.

Dentro de su declaración de principios, el PDM se propuso alcanzar, mediante una revolución pacífica, una sociedad pluralista y democrática. Su ideología se basó en la democracia integral y humanista y su programa de acción en la filosofía social cristiana.

El PDM perdió el registro legal en las elecciones presidenciales de 1994 por su baja votación, y lo recuperó en 1996, pero en las elecciones de 1997 nuevamente lo perdió, esta vez definitivamente.

Lo que quiero destacar es que la LOPPE introdujo los cambios necesarios para que en México hubiera ya siete partidos con registro legal: PRI, PAN, PARM y PPS, que ya existían, más el PCM y el PST por la izquierda, y el PDM por la derecha, que vieron la oportunidad legítima de sumarse al incipiente sistema de partidos.

Lo que fueron días de acercamiento entre representantes del gobierno y de las oposiciones se tornaron años de procesamiento, de negociación de reformas electorales sucesivas, hasta desmontar el anquilosado sistema presidencialista avasallante, en los hechos un sistema monopartidista.

Con las sucesivas reformas electorales, el PRI dejó de ser la única opción de participación política del ciudadano y la única escalera para acceder a un escaño en el Poder Legislativo o a algún puesto de elección popular en la esfera del Ejecutivo, presidencia de la República, gubernaturas o presidencias municipales, aunque pasaron, desde las elecciones de 1979 las primeras regidas por los términos de la reforma política de 1977, 18 años para que la oposición sumada tuviera más votos que el grupo parlamentario priista en la Cámara de Diputados, el año de 1997, correspondiente a la LVII Legislatura.

Pero ya desde el sexenio del presidente José López Portillo, con el impulso de la administración anterior, inicio el empoderamiento paulatino de fuerzas políticas distintas al partido emergido de la Revolución Mexicana, durante siete décadas prácticamente con el monopolio de la representación política en las cámaras legislativas, en todos los gobiernos estatales, en todos los gobiernos municipales, y en la propia Presidencia de la República. La clave fue la nueva legislación electoral, diseñada para facilitar la participación de los partidos minoritarios.

Por eso afirmo que la LOPPE es un verdadero punto de inflexión en la evolución, azarosa pero ascendente, de la democracia mexicana, pues introdujo criterios esenciales para abrir y hacer más participativo y competitivo el sistema político mexicano.

Estos cambios introducidos en la legislación electoral de México los describen puntualmente varios analistas como Jorge Carpizo, en su obra “Reforma Política Mexicana de 1977”, y Javier López Moreno, en “Elecciones de Ayer y de Mañana”.

A esa reforma política sucederían varias más, todas ellas con el espíritu y el objetivo de fortalecer el pluralismo y el sistema de partidos, con el andamiaje de instituciones electorales cada vez más profesionales y ciudadanizadas.

En ese esfuerzo por la democratización del país, un proceso por el que se fue desmontando gradualmente el sistema de partido prácticamente único, figuran de manera destacada personajes de la izquierda como Vicente Lombardo Toledano, Cuauhtémoc Cárdenas, Arnoldo Martínez Verdugo, Heberto Castillo, Francisco Ortiz Mendoza, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Manuel Camacho Solís, entre otros, así como en las últimas dos contiendas presidenciales, de especial significado en el nuevo sistema político mexicano, Andrés Manuel López Obrador.

En el otro ángulo ideológico, decíamos ya, destacan Manuel Gómez Morín, Manuel Clouthier, Luis H. Álvarez, Carlos Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos. De manera destacada, los dos presidentes de la República postulados por el PAN, Felipe Calderón y Vicente Fox.

En la biografía de Vicente Lombardo Toledano, un precursor de la apertura democrática, destaca su condición de miembro de la generación de 1915 conocida, por su lucidez y aportaciones a la cultura, como “los Siete Sabios de México”, fue Secretario General de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) (1936-1940), de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), y vicepresidente de la Federación Sindical Mundial; fue también fundador del Partido Popular, después Partido Popular Socialista (PPS), así como de la Universidad Obrera de México, por lo que es un referente del pensamiento y la praxis política de izquierda.

Cuauhtémoc Cárdenas fundó y encabezó la Corriente Democrática buscando la democratización del PRI, en 1987, y en 1988 al frente de una coalición amplia de izquierda, el Frente Democrático Nacional (FDN), contendió por la Presidencia de la República. Desde entonces es una de las voces más influyentes y con mayor liderazgo moral en la izquierda mexicana y en todo el espectro político nacional.

En 1989 impulsó la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido que dirigió y consolidó hasta convertirlo en uno de los principales partidos políticos de México. Ha sido tres veces candidato a la Presidencia de México. En 1997, se convirtió en el primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal electo por voto popular.

De esta manera, es uno de los pocos mexicanos en haber encabezado el gobierno de dos entidades federativas, su natal Michoacán y el Distrito Federal, siempre con un programa social y de avanzada.

Cuauhtémoc Cárdenas ha sido un crítico tenaz, siempre equipado con fundamentos ideológicos y argumentos técnicos, de los gobiernos emanados del PRI y del PAN. Enemigo del neoliberalismo, se ha pronunciado siempre a favor de una política social más efectiva, que ayude a las clases sociales más necesitadas, y ha sido un defensor acérrimo de la soberanía nacional y las áreas estratégicas de la economía. También ha luchado, a lo largo de su carrera política, por la austeridad administrativa y la probidad republicana en el ejercicio de gobierno, por el laicismo en la educación y por un Estado fuerte y con clara vocación social.

Arnoldo Martínez Verdugo, de filiación comunista, fue un protagonista central del tránsito de la política clandestina y popular a la política institucional y abierta en la izquierda mexicana, a partir de las convicciones claras que siempre tuvo y la lectura puntual del nuevo México ciudadano que venía emergiendo en la década de los setenta.

Fue uno de los personajes que abrieron las puertas de la legalidad no sólo para el Partido Comunista Mexicano, mismo que presidió, sino también, en ese proceso de apertura democrática que desembocó en la reforma política de 1977, para otras fuerzas políticas.

Esa reforma permitió que el PCM obtuviera registro condicionado, pudiera participar en las Elecciones de 1979, y obtuviera 18 diputados de los cuales Martínez Verdugo fue Coordinador Parlamentario.

Desde muy joven inició sus actividades como obrero, primero en Sonora y posteriormente en la Ciudad de México, donde en 1946 se unió al Partido Comunista Mexicano, del que pronto se convirtió en uno de sus líderes destacados, miembro del Secretariado Colectivo desde 1959, y desde 1963 Secretario General del Comité Central del Partido, cargo en el que fue ratificado sucesivamente hasta 1981.

En 1981 dirigió la disolución del Partido Comunista Mexicano y su fusión con otras fuerzas de izquierda que constituyeron el Partido Socialista Unificado de México, el cual lo postuló a la presidencia de la República en 1982. Posteriormente se unió a las fuerzas que nominaron a Cuauhtémoc Cárdenas candidato a la Presidencia de la República en 1988.

Fue diputado federal en tres legislaturas, la LI (1979 – 1982), la LIII (1985-1988) y la LVI (1994-1997).

Es autor de los libros “El PCM: Trayectoria y perspectivas”, “El Partido Comunista y la Reforma Política”, “Crisis Política y Alternativa Comunista y fue coautor y coordinador de “Historia del Comunismo en México”.

Heberto Castillo, egresado de la carrera de ingeniería por la UNAM y más tarde catedrático en su alma mater y en el IPN, fue un luchador incansable por la democracia y la soberanía energética del país desde los partidos en que militó y desde distintos foros de la sociedad civil; siempre crítico del gobierno en tiempos de agudo autoritarismo oficial, su actitud de dignidad política incluso lo privó de la libertad.

Apoyó las luchas ferrocarrileras (1959-1960), la de los maestros normalistas (1958), la de los médicos (1965), y por su participación en el movimiento estudiantil de 1968, fue encarcelado en Lecumberri donde permaneció dos años, quedando en libertad en mayo de 1971. A su salida de la cárcel, promovió la creación del Partido Mexicano de los Trabajadores en 1974, que luchó hasta obtener su registro legal; en las elecciones federales de 1985 fue electo Diputado Federal a la LIII Legislatura.

Propuso la fusión de varios partidos de izquierda para formar el Partido Mexicano Socialista (1987). Fue candidato a la Presidencia de la República por el PMS en 1988, en cuyo proceso declinó en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.

En el ámbito profesional, el Ingeniero Heberto Castillo inventó un sistema de construcción que denominó Tridilosa, sistema que reemplaza trabes y losas de concreto reforzado de los sistemas convencionales, lo que produce ahorros considerables en concreto y acero. La Tridilosa ha sido utilizada en más de 200 puentes en México, en el World Trade Center de la Ciudad de México, la Torre Chapultepec, Centro Médico Siglo XXI, Plaza Cuauhtémoc, Plaza Tabasco 2000, Asociación Nacional de Charros, Hotel Morelia Misión y en el edificio Biosfera 2 (Arizona, EE. UU.).

A finales de 1997 el Senado de la República lo nombró, post mortem, depositario de la Medalla de Honor Belisario Domínguez.

Por su parte, Porfirio Muñoz Ledo cursó la licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde fue maestro de generaciones, y realizó estudios en Ciencia Política y Derecho Constitucional en la Universidad de París; fue presidente de los Estudiantes de Derecho de la UNAM y Secretario de la Revista Universitaria.

Ideólogo consumado, impulsó y fundó junto con Cuauhtémoc Cárdenas la Corriente Democrática que, como ya señalé, más adelante se convertiría en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en donde formó parte de su consejo nacional, fue su representante ante el recién creado IFE y fue elegido su presidente nacional.

Muñoz Ledo es el único político que ha sido dirigente nacional del PRI y del PRD y en ambas experiencias se caracterizó por un liderazgo abierto y progresista. En el ámbito administrativo, fue secretario del trabajo y previsión social, de 1972 a 1975, y secretario de educación pública, de 1976 a 1977, y en otra etapa de su larga carrera política, fue Coordinador del Grupo Parlamentario del PRD tanto en la Cámara de Senadores como en la Cámara de Diputados, donde también fue Presidente de ese órgano parlamentario de gobierno en 1997, cargo que le permitió responder un informe presidencial.

Muñoz Ledo fue candidato a Gobernador de Guanajuato por el PRD, en 1991, y candidato a la Presidencia de la República, por el PARM, en el 2000. En el ámbito diplomático, fue Representante Permanente de México ante la ONU, de 1979 a 1985, y Embajador de México ante Bélgica y la Unión Europea, de 2001 a 2004.

Manuel Camacho Solís, investigador de El Colegio de México y con posiciones invariablemente progresistas en todas las etapas de su trayectoria política, fue Regente del Distrito Federal y secretario de Relaciones Exteriores. Ante el levantamiento del EZLN encabezado por el “subcomandante Marcos”, en 1994, contribuyó a modificar la estrategia del Estado mexicano, haciéndola transitar de la fuerza militar a la negociación política. Después cercano colaborador de Andrés Manuel López Obrador, ha sido un actor principal en negociaciones para reformar el andamiaje jurídico del Estado mexicano.

En su libro “Cambio sin Ruptura”, escrito en septiembre de 1994, justo en el periodo de definición de la candidatura presidencial de su partido que finalmente no le favoreció, Manuel Camacho plasma su proyecto de nación, a partir de la conciliación, la institucionalidad y la construcción de acuerdos:

“La única manera de fortalecer nuestros propósitos comunes, de hacer compatibles las necesidades de la política y de la economía, y de abrir espacios de respuesta institucional a los conflictos sociales, es dar un nuevo equilibrio al sistema político mexicano. Es tomar -con claridad, audacia y determinación- las decisiones que permitirán volver a unir al país, asegurar su paz y su crecimiento económico. Es hacer posible, en las condiciones actuales de México, la reforma política que va a llevar a la democracia y a la competencia política plena entre todas las fuerzas políticas del país. Es llegar al acuerdo que dé garantías a los intereses legítimos y al aparato político de que las transformaciones no van a terminar en desorden, y que permita a quienes tienen aspiraciones de cambio social y democrático, encontrar cauces legítimos para alcanzar sus fines.”

Andrés Manuel López Obrador ha sido un actor fundamental de la historia reciente de México, primero como figura política en su natal Tabasco, después como presidente nacional del PRD, más tarde como jefe de Gobierno del Distrito Federal, posteriormente como principal candidato de la oposición a la máxima responsabilidad política y, desde hace varios años, como líder nacional de un amplio movimiento social que ha trascendido la esfera y la frontera de los partidos políticos.

Se ha destacado por un discurso y una praxis política consistente a lo largo de los años, con la defensa de la soberanía nacional, los derechos sociales, las libertades políticas, y de manera especial la justicia social, como los valores fundamentales de su pensamiento político.

Ha sido candidato a la Presidencia de la República en las dos últimas elecciones, siempre con votaciones elevadas, en la primera de ellas, en el 2006 por la “Coalición Por el Bien de Todos”, ganó en 16 de las 32 entidades federativas y oficialmente quedó a menos de medio punto porcentual del candidato del PAN, Felipe Calderón.

Fue nuevamente candidato a la Presidencia de México en las elecciones federales del 2012, ahora por la “coalición Movimiento Progresista” (formada por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano), donde obtuvo casi 16 millones de votos.

Actualmente Andrés Manuel López Obrador es presidente del Consejo Nacional del Movimiento Regeneración Nacional, MORENA, y su liderazgo nacional se mantiene en amplias franjas de la izquierda y de la propia sociedad mexicana. Desde la oposición, consistente e indeclinable, ha sido un actor fundamental en la definición del rumbo del país, como contrapeso de los gobiernos del PAN y del PRI desde que inició el siglo XXI.

En el ángulo del pensamiento liberal y democrático destaca en particular el legado de Manuel Gómez Morín, quien nació en el antiguo Mineral de Batopilas, en lo más recóndito de la Sierra Tarahumara, Chihuahua.

A finales de 1913, en pleno movimiento social y demográfico suscitado por la Revolución Mexicana, viajó a la Ciudad de México en donde ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria. Estudió la licenciatura en derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de México.

Perteneció a la generación de 1915, conocida como la de “Los Siete Sabios de México”, de la que también formaron parte Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Antonio Castro Leal, Jesús Moreno Baca, Teófilo Olea y Leyva y Alberto Vásquez del Mercado.

En el terreno profesional, Gómez Morín encabezó el Banco de México y, en una época en que se requerían cuadros con formación financiera, fundó con otros reconocidos personajes de la época la Escuela Bancaria y Comercial.

En el ámbito universitario, tras la promulgación de la Ley Orgánica de la UNAM, es nombrado rector por aclamación, el 23 de octubre de 1933 y fue artífice de la autonomía universitaria, al proponer que la estructura de decisión y funcionamiento de la Universidad fuera una figura democrática en la que la comunidad universitaria entera, por medio de sus órganos y con los procedimientos que ella misma dictara, decidiera sobre su vida interna.

Fiel a su convicción democrática, crítico del estatismo providencialista y reacio a los caminos únicos en la vida y en la política, el 15 de septiembre de 1939 Manuel Gómez Morín fundó el Partido Acción Nacional (PAN), junto con Efraín González Luna, Roberto Cossío, Juan Landerreche Obregón, Daniel Kuribreña, Juan José Páramo Castro, Bernardo Ponce, Carlos Ramírez Zetina, entre otros, y fue presidente de ese partido desde 1939 hasta 1949.

En noviembre de 2013, le fue entregada la medalla Belisario Domínguez post mortem, el máximo reconocimiento otorgado por el Senado de la República.

A Manuel Gómez Morín le sucedieron generaciones de panistas que, desde lo que se conoció por muchos años como “una oposición leal”, imprimieron su huella con sus ideas y su esforzada militancia enfrentada al poder, en la lucha para abrir y oxigenar al sistema político mexicano.

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