Primeros pasos para perfilar el Pacto por México

En realidad un gran acuerdo nacional para impulsar la democratización integral y el desarrollo de México se comienza a concebir, aunque no de manera formal, desde aquellos primeros encuentros de juventud entre legisladores y dirigentes de distintas filiaciones políticas en la década de los setenta y con algunos más en los ochenta hasta llegar a nuestros días, diferentes concepciones con un idéntico compromiso por refundar y transformar el país, por abrir la competencia política, por democratizar a las instituciones legislativas, electorales y de gobierno, y por impulsar un modelo económico menos excluyente, más compartido.

Ya en estos tiempos, meses antes de las elecciones de julio del 2012, retomé esas conversaciones con Jesús Ortega, ex dirigente del PRD, en distintos encuentros en la colonia Condesa, algunos en el restaurante “The Green Corner” y otros en la taquería “el Tizón”; Ortega enfáticamente me dijo que el país requería reformas desde hace muchos años, reformas que se habían venido postergando por la falta de acuerdos entre los partidos políticos; me reuní también con Ricardo Monreal, de amplia trayectoria política y cuadro cercano a Andrés Manuel López Obrador, quien posteriormente, pasada ya la jornada electoral, en términos cordiales y razonados me expresó su decisión de no continuar las pláticas y la tarea de concertación de acuerdos, decisión que respeto. También tuve ocasión de reunirme con Alberto Anaya, dirigente del PT, y Luis Walton, dirigente del PCD, quienes me expresaron sus puntos de vista, razonados y fundados, de no participar.

Me reuní, igualmente, con Santiago Creel ex secretario de Gobernación y destacado cuadro panista, quien tenía como antecedente su participación en el Seminario del Castillo de Chapultepec, y quien sería un actor importante para allanar los acuerdos con la dirigencia de su partido que finalmente desembocaron en lo que después se llamó el Pacto por México.

Sin embargo el factor determinante para gestar el periodo más fecundo de reformas sustantivas que ha vivido México, fue la disposición del entonces presidente triunfante de encabezar un gobierno reformador y no un gobierno simplemente administrador y condescendiente con la realidad de parálisis y estancamiento que vivía el país, actitud reformista que ratificó pocos días después de las elecciones, pues ya la había expresado en sus recorridos de campaña.

Por eso al transmitirle la disposición del PRD, de Jesús Ortega y de Jesús Zambrano, de buscar en el mismo espíritu que él había expresado en su libro y en sus mensajes de campaña, los acuerdos para hacer que México se modernizara, de inmediato dijo: “adelante con las reformas de fondo y de consenso, es precisamente lo que yo he venido convocando”, una reforma para impulsar la productividad, una reforma laboral, una de competitividad, una financiera, una energética, una reforma al sector de las telecomunicaciones, una reforma política, etc. Ahí se definió la viabilidad de lo que sería el Pacto por México.

De ese punto de anclaje se derivaron, siempre pendiente sobre los avances el presidente electo, varios encuentros en la calle de Arrayanes número 99, colonia Bosques de las Lomas, domicilio particular de la señora Aurora Alcántara, quien amablemente accedió a prestar su casa; encuentros en donde participaron el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano, el ex dirigente de ese partido, Jesús Ortega, el presidente del PAN, Gustavo Madero, Santiago Creel, y los dos principales miembros del equipo de transición, Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray, reuniones en donde también participó quien redacta estas líneas.

En estas conversaciones formales los representantes del presidente electo presentaron las propuestas del gobierno que se aprestaba a iniciar, reformas estructurales que ya había planteado el entonces candidato presidencial, y el dirigente del PRD, Jesús Zambrano, así como el presidente del PAN, Gustavo Madero, presentaron, argumentaron e hicieron valer sus planteamientos programáticos y sus propuestas específicas, como explicaré con detalle más adelante.

El diseño y la construcción del Pacto por México, pues, sólo pudo ser posible por la convergencia inusitada de voluntades plurales en favor de una reforma integral a las instituciones de la República, comenzando por quien se aprestaba a presidir el Estado mexicano y a dirigir el destino de la nación, el presidente Enrique Peña Nieto.

Además del concurso de las dirigencias de los partidos políticos, de manera destacada Gustavo Madero del PAN Y Jesús Zambrano del PRD, fue determinante la participación de los senadores y los diputados del Congreso de la Unión, la única instancia constitucional competente para procesar las reformas, siempre con álgidos debates y a la altura de su responsabilidad histórica.

Los cambios sustantivos, las reformas estructurales, sólo podían ser producto de acuerdos amplios, acuerdos que involucraran a todos los flancos ideológicos, o al menos a los más significativos, y por eso se precisó de una voluntad capaz de convocar a ese frente amplio, suprapartidista y con visión transexenal, desde la propia institución presidencial, y hacer que en la convergencia de voluntades quien ganara, desde ahora pero mirando al mediano y largo plazo, fuera el interés colectivo, el interés nacional.

Un esfuerzo plural, de ruptura de inercias sistémicas y superación de resistencias internas, para poder cubrir las inmensas asignaturas pendientes y situar al país en el lugar que le exigen estos tiempos de intensa competencia y que le reclaman, sobre todo, millones de mexicanos. Todos los actores tenían que dar un paso adelante, a contracorriente de la historia del país, especialmente la de los últimos años, la historia de los gobiernos divididos y los congresos paralizados.

La biografía de estos actores políticos y de algunos más que citaré, el talante democrático, abierto y conciliador como común denominador en medio de sus diferencias, explica en buen grado el acierto del Pacto por México, primero para confeccionarlo y después para procesarlo, impulsando los necesarios consensos en las cámaras legislativas, tarea ardua, complicada y ampliamente debatida, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República.

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